El pasado 4 de abril se conmemoró un año del sismo que, con una magnitud de 7.2 grados en la escala Richter, nos está planteando la oportunidad de avivar nuestras conciencias en muchos ámbitos.
¿Qué hemos aprendido del millar de réplicas que se han registrado desde entonces?
¿Estamos informados respecto al modo en que es recomendable actuar ante una fenómeno natural como tal?
¿En nuestros hogares estamos dotados de lo mínimo indispensable para afrontar una contingencia de la magnitud que ya experimentamos?
¿Conocemos la situación que un número importante de residentes del Valle de Mexicali han padecido desde entonces?
¿Sabemos como reaccionaron los gobiernos estatales y municipales para atender esta emergencia colectiva?
¿Sabemos cómo están preparadas ciudadanías y gobiernos de otras latitudes con las que compartimos estas condiciones?
¿El gremio al que pertenecemos -cualquiera que este sea- ha colaborado en lo que resultaría imperante participar?
Un simulacro no resulta suficiente para que, como ciudadanía, seamos cada vez más competentes y conozcamos mejor la inevitable naturaleza del territorio que cohabitamos. Recordemos que la más dura de las réplicas fue que nuestro deslucido gobierno estatal minimizara las lamentables consecuencias, no agudicemos el impacto que nos regala nuestra naturaleza con la indiferencia.
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