miércoles, 7 de febrero de 2007

No.1 | ENERO 2007

Si los edificios hablaran...
"¡Quítate, que ahí voy!"


Sorpresivamente, después de una estancia fuera de la ciudad de Mexicali, encuentro que la ciudad tiene nuevas presencias arqui­tectónicas en su territorio. Dos, son las que llaman particularmente la atención: La tienda “Soriana”, que se ubica sobre uno de los vacíos urbanos más emblemáticos del sector central de esta capital; siendo un gran baldío durante mucho tiempo, dicho predio estuvo sometido a la “especulación proyectual” -dejando de lado la inmobiliaria- de cuanto ejercicio de diseño tuvo a bien en plantear dentro de nuestra facultad de arquitectura. Tras haber sido susceptible (al menos en el imaginario de quienes encontraron una estrategia para este solar) de convertirse en el centro de convenciones, el hotel de cinco estrellas, el centro cultu­ral o el complejo comercial, etc... la ciudad tendrá que resignarse a un objeto anodino.

Lejos de referirnos a la desconexión respecto a las “aspiraciones arquitectónicas” que una ciudad joven pudiera exigir, el edificio comercial -inaugurado el pasado mes de noviembre- presenta una distancia abismal en tanto la vocación que tienen nuestros espacios residuales o intermedios, los vestigios de la otrora “ladrillera” quedaron sepultados junto con la memoria colectiva de muchos ciudadanos, mismos que hoy habrán de reconfortarse con... los precios bajos. Me reservo los comentarios que pudiera motivar la estética comercial ”neo-californiana” que sirve de escenario para este gran almacén.




Por otra parte, el caso que estremece aún más, es el del nuevo edificio ubicado en el conjunto cultural y recreativo del Parque Vicente Guerrero. El edificio que alberga la megapantalla IMAX se desdeña de cualquier posible noción de conjunto, es arbitrario frente a la situación de esquina que ofrece dicho emplazamiento y a su vez se jacta de reemplazar (cual rival temeroso de verse venido a menos) al tan celebrado hace ya una década “Museo Sol del Niño”. De tal modo que, si los edificios hablaran como en el controversial caso del “I am a monument” de Robert Venturi, aquí podriamos escuchar el tan coloquial “¡Quítate, que ahí voy!” Si bien, resulta sintomático de nuestros regímenes materializar parte de sus ideales en arquitecturas nuevas para la ciudad; aquí, lo que queda también materializado es la falta de congruencia ante el fenómeno urbano por parte de quienes ad­ministran la ciudad en términos de infraestructura y equipamiento. Mientras a lo “GRANDE” se presume de aportar edificios contemporáneos o equívocamente llamados “modernos”, se desvirtua tanto el talento emergente de las nuevas generaciones como aquel de los ya consagrados en su reconocida experiencia; olvidando, por ejemplo, que el concurso de ideas es una fór­mula que, si es bien gestionada, logra -en muchos sentidos- mejores efectos que la asignación inmediata.

Con esto se comprueba que muchas veces ponemos los ojos en el “terreno” y no en la ciudad, hacemos culto al objeto arquitectónico, al ícono que simboliza una obra institucional, mientras que somos desatentos a muchas de las fuerzas que ca­racterizan la intensidad de esta urbe: en esta propuesta se hace caso omiso a la dinámica visual que ofrece tan potencialmente, entre otros atributos, su entorno; se aplasta una vez más la memoria colectiva de una ciudad que ya veía un hito en el ahora eclipsado museo interactivo. Esta vez con notable desdicha, lo “viejo” es reemplazado por lo “nuevo”, es una suerte de síndrome que puede contagiar a otros sectores de nuestra ciudad o de nuestra región, convirtiendo en ruina lo que ahora es patrimo­nio.

No abundemos en los balbuceos pseudo-deconstructivistas que pretensiosamente ofrece esta pieza que se arroja sobre el Bulevar López Mateos, mejor sirva esta momento para invitar a la reflexión en torno a los vacíos urbanos que registra desde (casi) siempre la ciudad de Mexicali.

"La humanidad no está en ruinas, está en obras"
Marc Augé