domingo, 19 de septiembre de 2010

Relato inédito I: El sismo de 1985.


Era la hora del desayuno. Es curioso, no recuerdo ninguna acción anterior al momento en que mi hermano levantara la servilleta de trapo y exclamara asustado: "¡Está temblando!" A mis siete años jamás había escuchado una exclamación como tal y, lógicamente, nunca antes había experimentado la sensación de un movimiento telúrico. Yo cursaba el segundo grado de primaria y mi hermano recién había iniciado la secundaria en el turno vespertino; ya portaba mi uniforme y mi padre se alistaba para llevarme al colegio, ubicado a unas cuadras al oriente, en la Colonia Roma.

Enseguida del aviso de mi hermano mi madre abría la puerta del departamento, apenas a unos pasos del desayunador, y nos llamó para que nos resguardáramos cerca del quicio, al mismo tiempo veiamos a los candiles de la sala balancearse como un péndulo acelerado, al ritmo de los gritos de las vecinas ancianas que justo habían tomado el ascensor; en verdad, no recuerdo la secuencia de muchos de los hechos que hoy mi memoria dibuja como si estuvieran tras un cristal empañado, o roto. No olvido que en esos dos minutos, que parecieron dos horas, sentí el abrazo fuerte de mi madre, que cubría simultaneamente mi baja estatura y la corpulencia de mi hermano adolescente.

Terminado el sismo hubo un lapso extraño entre la sinfonía estruendosa provocada por los gritos, el crujir del concreto y el golpe de muebles y cristales... y aquel respiro que la calma nos regalaría; fue un lapso de tiempo ambiguo, que aun menos alcanzo a recordar del todo...



Tras la aparente serenidad, mi padre -asombrado por lo acontecido pero confiado en que las cosas habían regresado a su cauce- decidió llevarme al Colegio Amado Nervo. No obstante, partíamos con la incertidumbre encima. Apenas un par de cuadras andadas en el auto, escuché la reacción de mi padre diciendo algo así como: "¡Uuh, por aquí estuvo muy fuerte!" Mientras tanto, yo giraba mi mirada hacia un entorno lleno de ambulancias, gente corriendo en las calles envuelta en pánico y ruinas, muchas, muchas ruinas...

Hace 25 años nos fue dada una importante lección sobre lo fragil que es la arquitectura -casi podría asegurar que dicho evento trascendió parcialmente en mi vocación; pero mucho más importante es que en aquel entonces México recibió la lección más profunda de solidaridad...

A la memoria de las víctimas del sismo ocurrido en la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985. En recuerdo también de aquellos que, después del terremoto, no supimos más de su existencia.



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