sábado, 16 de octubre de 2010

El valor de la memoria.



Justo ayer en una clase teórica veía con los alumnos de "Análisis y Concepto Arquitectónico" el tema de la memoria arquitectónica, el colofón de ésto fue el ánimo de invitar a que reflexionemos: El proceso de creación es un fenómeno en el que un conjunto de imágenes, o de conceptos memorizados y seleccionados se enfrentan, se eliminan, se superponen o se mezclan para crear una suerte de alquimia, por otra parte, es cada vez más agudo el modo en que los arquitectos nos convertimos en grandes consumidores de imágenes, cómo "administrar" nuestra memoria para procurar que cuando apliquemos la cita en nuestro trabajo como diseñadores ésta se pueda revestir como homenaje, interpretación o analogía, y no como plagio, simulación o copia.

En este sentido, amplío esta reflexión -copiando y pegando un mensaje que me ha enviado una muy estimada y respetable profesora de la maestría que cursé en la UNAM- en la que se plantea la pregunta ¿Memorizar tiene algún valor?

Aunque reconozco que mi memoria no es mala, soy capaz de acordarme de una gran cantidad de datos e información mientras doy carrera a las once diferentes materias que cada año imparto en el Posgrado de Arquitectura de la UNAM, además de mis investigaciones personales y las de mis tutorandos, de las cuales he de llevar el hilo conductor, entre otras muchas cosas como leer por lo menos un buen libro al mes y realizar estas reflexiones para compartir con mis amigos por email.

Sin embargo, reconozco que actualmente, la memorización de textos en el ámbito escolar ha perdido mucho sentido. ¿Para qué memorizar lo que aparece a golpe de Google? O dicho en otras palabras “In Google we trust”. Así pues, cada vez más, se premia el razonamiento o la composición frente a la pura enumeración o repetición de loro. Y eso está bien: pensar es más importante que memorizar.

Pero ¿memorizar tiene algún valor?

La profesora Maryanne Wolf narra la siguiente anécdota sobre los motivos de una persona para forjar en el yunque de su memoria algunos datos escogidos:

La abuela judía de ochenta y seis años de mis hijos, Lotte Noam, desconcertaría a las futuras generaciones. Apenas hay ocasión que no sea capaz de citar de manera pertinente un poema de tres estrofas de Rilke, un pasaje de Goethe o un pícaro verso humorístico, para infinito deleite de sus nietos. Una vez, en un ataque de envidia, pregunté a Lotte cómo era capaz de memorizar tantos poemas y chistes. Ella respondió con sencillez: “Siempre quise tener algo que nadie pudiera quitarme si alguna vez me metían en un campo de concentración”.

Los neurocientíficos no han podido constatar aún qué implicaciones tendrá en las generaciones futuras la cada vez menor necesidad de memorizar textos y el apoyo en prótesis memotécnicas más sofisticadas.

Así que, por si acaso, escoge uno o dos poemas, o lo que quieras conservar, tal y como lo hizo Lotte Noam, y memorízalos para que nadie pueda manipularlos, borrarlos o robarlos. Al menos no podrán quitarte eso si te condenan en un campo de concentración.

Dra. Consuelo Farías-van Rosmalen.



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