jueves, 19 de mayo de 2011

Algunas notas breves sobre lo feo en el arte, según Rodin.






Hace un par de semanas tuve oportunidad de visitar las nuevas instalaciones del Museo Soumaya, localizado dentro de la también estrenada Plaza Carso, en las proximidades de la zona comercial de Polanco.

La crítica internacional ha calificado, desde el día del corte del listón y de un modo bastante severo a esta pieza arquitectónica, obra de lo que hasta hace poco se conocía como LAR y que ahora se identifica como FREE (Fernando Romero Enterprises) empresa liderada por quien está casado con Soumaya Slim, hija del magnate mexicano que figura hoy en día (según la revista Forbes) como el hombre más rico del mundo. Desde marzo pasado, y hasta el día en que se dieron las posibilidades de hacer esta visita, procuré mantener mi muy humilde opinión al margen de cualquier controversia, sobre todo porque en la mayor parte de lo que veía publicado era manifiesto el trato incisivo hacia el mecenas de esta arquitectura blob, no así para quienes la proyectaron y edificaron.

Si bien, la esencia de este blog es exponer aquello que ha quedado exento de algún juicio consensuado (en virtud de no ser reiterativo con aquello que exhiben diversas publicaciones dedicadas a la arquitectura, las artes visuales, el diseño o la cultura urbana), aun así, siempre es sano verter alguna idea que se asome a la ola mediática.

Por ello, comparto someramente algunas impresiones que dejó el nuevo edificio del Museo Soumaya en la ciudad de México:

Desde el exterior la pieza resulta atractiva y dinámica, su piel singular destaca dentro del entorno en que se inserta, definido por la heterogeneidad; pero el descuidado trabajo en la mano de obra de los trabajos de albañilería en las escaleras y rampas que se integran en una base cuasi monolítica perturban aquel acierto.

La suavidad y ligereza de la envolvente, cuya forma en conjunto alude a una membrana, se contradice con la apariencia de un interior duro, sombrío y de una tosquedad más advertida por los descuidos en el trabajo de acabados en plafones y muros de tablaroca.





El guión museográfico que configura el orden del acervo concilia forzosamente obras tanto incipientes como encumbradas de Louis Gaidan, Mauricio Urillo, Max Ernst, Joan Miró y Dr. Atl en el nivel de la sala confusamente denominada Paisaje europeo y mexicano.

El último piso alberga las piezas más apreciadas de la colección; así, se instala (en un ambiente único, sin muros divisorios) un complejo diálogo entre esculturas de Rodin, Claudel, Carrier-Belleuse y Dalí; la aparente estructura radial de la cubierta -gesto cliché de la arquitectura de vanguardia- deja evidencias de una pésima manufactura en la construcción del museo.

Concluyo con una cita que ha animado el título de esta entrada y que entre esculturas de bronce, granito y mármol se exhibe en una mampara de la Sala Julián y Linda Slim.



Es feo en el arte lo que es falso, lo que es artificial, lo que pretende ser bonito y precioso, lo que sonríe sin motivo, lo que amanera sin razón, lo que se arquea o endereza sin causa, todo lo que carece de alma y verdad, todo lo que no es más que alarde de hermosura y de gracia, todo lo que miente.
Auguste Rodin.


Fotografías: Cortesía de Juan Antonio Pitones, Mayo 2011.

2 comentarios:

  1. Como siempre es un gusto leerlo arquitecto, sus comentarios me parecen acertados. En lo personal el edificio tiene una gran virtud y es generar más preguntas que respuestas.

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  2. Ulises,
    Gracias por seguir fielmente esta bitácora. ¡Un fuerte abrazo!

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